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Gustavo Adolfo Bécquer nació en Sevilla el 17 de febrero de 1836. Era su padre José Dominguez Bécquer, Vécquer o Becker, descendiente de Miguel y Adam Bécquer, que bajaron de Flandes a fines del siglo XVI o comienzos del XVII y dejaron sus nombres grabados - como testimonio de nobleza - en la verja de la capilla de Santiago que hicieron construir.
El poeta fue bautizado en la iglesia de San Lorenzo el 27 de febrero de 1836, y fue su madrina, según se lee en el acta bautismal, doña Manuela Monnehay, que pronto aparecerá mas estrechamente vinculada a la vida del poeta.
A los poco años, en 1841 y cuando Bécquer cinco años de edad, murió su padre (20 de enero). E huérfano fue haciendo sus primeras letras en el Colegio de San Antonio Abad hasta que pudo ingresar en el colegio de San Telmo - colegio para "pilotos de altura". Eran condiciones indispensables para entrar en este colegio "ser huérfano, pobre y de noble cuna " condiciones todas que se cumplían en Gustavo Adolfo, quien ingreso allí el 1 de marzo de 1846. Al año siguiente (1847). murió su madre. presumiblemente mientras Gustavo Adolfo era todavía, como dijimos, interno de aquel colegio. Allí mismo estrechó amistad con otro huérfano algo mayor que él, Narciso Campillo , a quien ya conocía desde muy niño. En este período debemos, pues, ubicar el despertar de la vocación literaria del poeta: "siendo él de diez años y yo de once, compusimos un espantable y disparatado drama que se titulaba Los conjurados. Asimismo comenzamos una novela".
En junio de 1857 fue recibido en audiencia por los reyes a quienes expuso su proyecto y pidió ayuda. Lo acompañaba, en esa oportunidad, el mismo Juan de la Puerta Vizcaíno. El 5 de agosto del mismo año se publicó la primera entrega de la gran obra, con una "Introducción" de Bécquer, y el 5 de enero de 1858 se ofrecerá la quinta entrega, en la que podrá leerse una parte del estudio de Bécquer sobre San Juan de los Reyes.
El trabajo realizado durante estos últimos años fue probablemente excesivo. En 1858 Gustavo Adolfo cayó gravemente enfermo. La enfermedad que entonces comenzó a padecer parece consecuencia, además, de la vida de privaciones y miseria que hasta entonces tuvo que soportar. Nunca se estableció completamente de ella, durante aquella primera crisis fue atendido por su hermano Valeriano y por sus amigos. Ese año de 1859 Bécquer inició un trabajo periodístico que, al menos él, consideró seguramente como el comienzo de una actividad regular. Después de su enfermedad, Gustavo Adolfo debió de seguir ocupándose de sus trabajos teatrales, que poco a poco irán transformándose en una ocupación regular.
A pesar de la polémica aludida La venta encantada se representó con éxito y, según indica R. Pageard, aún fue repuesta con buena acogida en 1866. El periodismo fue una de las actividades más importantes de Bécquer durante el último decenio de su vida, comienza a dedicarse a él en 1860.
Valeriano murió el 23 de septiempbre de 1870, Bécquer se agravó al día siguiente y murió el 22 a las diez de la mañana, la muerte de Bécquer fue anunciada y comentada en varios de los principales periódicos de Madrid el mismo jueves 22, que fue, por otra parte, un día extraordinariamente sombrío y oscuro, ya que minutos despúes de la muerte de Béquer - a las diez y cuarenta - ocurrió precisamente un eclipse de sol.
Obra literaria:
- Historia de los templos de España (1857).
- Cartas literarias a una mujer (1860).
- Cartas desde mi celda (1864)
- El libro de los gorriones (1868).
- Rimas (1871).
Rima I :
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.
Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar, que no hay cifra
capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.
↔
Libro: Gustavo Adolfo Bécquer.
Autor: José Pedro Díaz.
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.
Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar, que no hay cifra
capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.
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Libro: Gustavo Adolfo Bécquer.
Autor: José Pedro Díaz.
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